Mi curso de verano
by Bernardo on 5/07/2009Acabo de volver a lo que ahora llamo casa, a San Francisco. He estado una semana en España y como siempre sin parar. Pero ha sido una semana muy importante para mí.
Durante la carrera siempre espera ansioso esa edición del periódico que traía el anuncio a página completa de los cursos de Verano de la UIMP. Recuerdo cómo acabados los exámenes, tirao en el césped de la piscina de siempre, a la sombra del plátano que me ha visto crecer, descubría impaciente los temas de actualidad sobre los que la Menéndez Pelayo convocaba sus cursos. No tenía un duro siempre tenía que pedir alguna beca, del Santander, o de la propia Universidad. Me lo pasaba de cine, era como disfrutar de la pura tradición académica donde expertos hablaban de temas y te dejaban preguntar, con las tardes libres para irte a la playa y las noches de verano que siempre te traían a alguien nuevo que descubrir. El segundo Centenario de la Revolución francesa, la Tradición de las Artes Liberales, El desafío de Europa… aún guardo los diplomas en una carpeta como si fueran pasaportes necesarios para un éxito seguro.
Esta semana he dirigido mi primer curso en la UIMP. Invitado por el Rector, Salvador Ordoñez, increíble persona y mejor académico, he organizado el primer encuentro sobre los Desafíos de la Empresa española para competir en los EE.UU. Lo he hecho al amparo de mi nueva empresa StepOne y con la ayuda imprescindible de Fernando Saavedra y de la Fundación Alfonso Martín Escudero. No quiero hablar de lo que ha molado el curso, sino del placer maravilloso de verme sentado en esas aulas donde hacer 15 años fui alumno y ahora mi nombre está en el recuadro de Director del curso. Bajaba por las escaleras del palacio de la Magdalena, en el fondo el Cantábrico raso en un maravilloso día de verano en Santander y pensaba en la enorme suerte de estar viviendo aquello.
Manuel y su hijo David, a los que conocí hace algunos meses en uno de mis viajes a Santander, me llevaron el último día a ver un lago desaparecido en los Picos de Europa, el lago de Ándara, que están intentando recuperar. Además nos aventuramos a recorrer los oscuros pasadizos de una mina abandonada, de la mano del auténtico de Rubén, hijo de pastores, que vive para y por esas montañas.
Me gusta España y la echo de menos, pero cada vez estoy más a gusto en esta ciudad que ahora llamo a casa.
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