memento mori
by Bernardo on 9/10/2008Transcribo el último comentario en el post anterior.
“tanto optimismo y tanto orientarlo todo en positivo, es real?? no tienes momentos de bajón, de tristeza, de sentir que nada vale la pena??”
Claro que tengo momentos de bajón, claro que a veces me siento triste, claro que como todo hijo de vecino a veces pienso que nada merece la pena.
Y contándole a la persona que escribió ese comentario qué es lo que me ayuda cuando me siento así, me lo voy a recordar a mí mismo.
Dos son las cosas que me ayudan: una estatua de la Catedral Nueva de Salamanca, y mi madre.
En la Catedral Nueva de Salamanca hay una capilla, la Capilla Dorada, decorada con decenas de santos y personajes bíblicos. Entre tanto oro y bienhechor, el arcipreste que la construyó se empeñó en aguarnos la fiesta haciendo un hueco en la pared donde un esqueleto feo y mal vestido, reposa sobre un cartel que dice “memento mori”, recuerda que te vas a morir.
La otra cosa es mi madre. Tiene 63 años, la han operado a corazón abierto 3 veces y vive con asistencia artificial en casi todas las válvulas de su corazón. Los momentos más intensos de mi infancia y adolescencia los recuerdo marcados por las operaciones de mi madre. Mi primera comunión se retrasó por su segunda operación. Mi último año de carrera coincidió con su última operación. Todo el mundo hablaba de las pocas probabilidades de supervivencia en cada una de las intervenciones; de las compañeras de habitación que pasando por la misma operación no salían del quirófano. Entre tanto miedo y temor, siempre recordaré la fuerza de mi madre animando a todo el mundo; la sorpresa del doctor Rufilanchas al comprobar que cosida entre pecho y espalda, se levantaba ella sola y se duchaba sin ayuda de nadie; su energía y sus ganas de vivir que pueden con todo.
Y es que estar vivo es lo mejor que nos ha pasado. Me ayuda recordar que esto se acaba y que si no te ocupas tú de sacar partido de cada minuto, nadie lo hará por ti. Siempre, siempre, siempre hay algo positivo de lo que alegrarse, a lo que te agarras, en lo que te recreas y que te da fuerza.
Hoy mismo me sentía como una mierda. Estoy harto de currar sin parar, de la economía que se va al carajo, del plantón que me han dado hoy en la cita que por fin prometía acabar con tantos meses de hastío emocional… Me he cogido el ordenata, me he venido a mi bar preferido, y aquí estoy compartiendo mis penas, pero encantado de tener 30 dólares para una cerveza y unos mejillones, de la increíble noche que con la luna con resaca de llenez hace que San Francisco cada vez me guste más.
Como dice Alaska: Y en plan travesti radical, le doy la espalda a cualquier muestra de tristeza, melancolía o decepción, felicidad o tentación, todo podría ir a peor.
Hay 24 comentarios en este artículo: