El poder de los sueños
by Bernardo on 27/08/2008Este pasado fin de semana he estado en Nueva York. Una ciudad mágica que siempre me fascinará, pero en la que no podría vivir, no estoy hecho para ella: demasiado agresiva para un salmantino competitivo dispuesto a aceptar cualquier reto, pero que el fondo es un ingenuo romántico.
Algo de trabajo en las molonas oficinas de Google en el packing distric, una cenita con amigos, un cine en Tribeca, unas compras siempre acertadas, el placer de disfrutar de los hijos de los buenos amigos y sobre todo, un buen libro.
Con el tiempo suficiente antes de mi vuelo de vuelta a San Francisco como para ojear varias estanterías en la tienda de libros del aeropuerto, pude descubrir el libro The Last Lecture, donde Jeffrey Zaslow narra la última clase que un profesor diagnosticado con cancer imparte al personal de su universidad.
El profesor es Randy Pausch y colaboró con Google durante algún tiempo. Supe de él por los correos internos que anunciaban sus conferencias y hace unas semanas nos comunicaron su muerte. En las 225 páginas de un libro ameno y rápido de leer, descubres lo importante de la vida, que aunque es un tópico revenío con el riesgo de rayar en lo empalagoso, en este caso está acompañado de sabiduría e importantes lecciones.
Lo que más me gustó del libro es la importancia de tener sueños y luchar por conseguirlos. Me sentí plenamente identificado con Randy en el poder de las fantasías infantiles que aunque parezcan imposibles, sueñas por conseguir. Y no hace falta ser niño para tener sueños para cuando seas mayor. Creo que uno de los secretos de la vida es no dejar de soñar; no renunciar a imaginar lo que te gustaría hacer, ser o tener, y luchar por ello.
Cuando la inmisericorde finitud a la que estamos condenados nos sorprenda, los sueños habrán sido el motor de lo hemos hecho y hemos llegado a ser. Tener sueños y conseguirlos es la mejor suerte con la que los dioses pueden agraciarnos.
La semana pasada, conducía camino de vuelta a casa desde Google a San Francisco. Acababa de terminar una reunión con el equipo directivo mundial de Google, donde presenté el estado y planes de los productos de Geo. La reunión fue bien, Larry, Eric y el resto de los directivos parecían satisfechos. Sonaba Miranda en el iPod del coche, con el sol poniéndose entre la niebla que puntual acudía a su cita vespertina en la falla de San Andrés, me sorprendí con los ojos húmedos, emocionado por la satisfacción del trabajo bien hecho y la gratitud de haber conseguido uno de los sueños de mi vida: trabajar en Sillicon Valley viviendo lo que estoy viviendo es una suerte. Qué gran poder el de los sueños.
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