anatomía de un instante
by Bernardo on 20/06/2009Sentado en un banco de la terraza del café tocayo de mi barrio, ordenador en mano, no puedo dejar de pensar en el libro que me he terminado esta mañana.
Hay pocos momentos de mayor satisfacción mezclada de melancolía como el de terminar un libro. Mi dislexia ha hecho que leer me cueste un poco; leo despacio, y son muchas las ocasiones en las que tengo que leer las frases dos veces para comprender lo que dicen, los tiempos verbales no me cuadran y es habitual entender una palabra en lugar de otra. Desde siempre acabar un libro ha sido un desafío. Como el mediocre corredor de maratón que sabe que no puede pasar de 10km a la hora, yo sé que por mucho que lo intente no puedo estar más de una hora seguida leyendo y que si puedo con 30 páginas ya es mucho. La última página del libro se convierte en un número mítico, el mojón del éxito, la meta a la que solo llegaré después de un buen esfuerzo.
Lo bueno de la edad es que no te tienes que acabar todos los libros que empiezas; solo los que te gustan. El reto de llegar al final se convierte en un placer doloroso. Aún recuerdo cómo la impuesta disciplina de la lectura me hacía tragarme imposibles libros de Rafael Sánchez Ferlosio. Es toda una liberación cuando eliminas la culpabilidad de haberte comprado un libro y abandonarlo en la página 37.
Pues esta mañana a eso de las 9 y media, comenzaba la página 437 con la que acaba el libro de Javier Cercas, Anatomía de un instante. Libro que quiso ser una novela del golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, y acabó siendo un ensayo. Tiene alguna falta de rigor, pero me ha encantado la forma en que conecta mucho de lo que ya sabíamos: la transición, Suárez, El Rey, Carrillo, Armada, Milans y Tejero… pero lo que más me gusta es cómo hace precisamente lo que muy bien describe el título: analiza y se recrea en el infinito intervalo de los segundos en los que los guardias civiles que acaban de entrar en el congreso acribillan el techo y todos los miembros de la cámara se tiran al suelo mientras Suárez y Carrillo permanecen erguidos en sus escaños.
A parte de un estupendo repaso a los personajes y momentos de la transición, me fascina cómo describe ese instante, donde el miedo hace obedecer al resto de los diputados tirándose al suelo, y a Suárez el miedo le agarrota en su asiento. Cercas lo describe como un político puro con inteligencia natural, coraje, serenidad, garra, astucia, resistencia, sanidad de los instintos y capacidad para conciliar lo inconciliable; por otro lado lo describe como impulsivo, inquieto, con falta de escrúpulos, talento para el engaño, vulgaridad en las ideas y ausencia de personalidad definida, cuyo secreto es que carece de secreto.
Yo sigo fascinado con la historia de este personaje que en mi infancia fue un modelo de muchas cosas y del que ya nos queda poco.
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