Alemania, La Magdalena y un buen marisco
by Bernardo on 11/09/2008Hoy vuelvo a San Francisco después de una semana de un periplo importante: Estuve en Munich en la boda de Javier Olivan, el español que corta el bacalao internacional en Facebook; corriendo a Santander donde el rector de la IUMP me invitó a clausurar los cursos de verano y de vuelta a Madrid Javier Cebrián me invitó a cenar en unos de los mejores secretos guardados de la villa. Luego me quejo de que no tengo pareja, pero quién va a aguantar estos trajines…
El paso de los años deja arruguitas en la piel y resacas cada vez más largas y pesadas, pero tiene la ventaja de que agudiza el criterio de la primera impresión. Nada más conocer a Javier Oliván supe que era buena gente: lo que ves es lo que hay, sin dobleces, sanote y divertido. Ya se había casado en San Francisco por lo civil el viernes 13 de junio, pero querían tener una ceremonia como Dios manda con amigos y familia. Me sorprendió que me invitara a su boda, pero como me apunto a un bombardeo, allí me planté y en su fiesta me colé. Se casaron en una iglesia del siglo XV en una pequeña isla de un lago alpino en la mitad de Baviera: increíblemente bonito. Como aval de mi primera impresión, sus amigos me cayeron genial, divertidos y muy normales, me hicieron echar tremendamente de menos a los míos. Tuve un momento de melancolía en el que me arrepentí de estar dedicando mucho a lo nuevo y poco a disfrutar de lo antiguo.
Vuelo a Madrid, me monto en el coche medio abandonado que paciente me espera en Conde de Xiquena, y me voy a Santander. Fernando Saavedra, el jefe de gabinete del Rector de la UIMP se ha ocupado de que todo esté a la perfección: una visita a la exposición de vestidos de moda de la familia de Fernando, una cena en casa de su amiga Lola Rama, una habitación en el hotel Real con una de las mejores vistas a la bahía de Santander, apenas 4 horas de sueño y la ceremonia, pomposa y mágica de clausura del año académico de la UIMP que además celebra su 75 aniversario. En mi charla intenté ser directo y hablar de forma muy simple de tecnología y de la necesidad de entender sus implicaciones en todo lo que hacemos, muy similar a la primera parte de mi charla en la clausura del Instituo de Empresa.
Agotado y dando temerarios cabezazos al volante, volví a Madrid, que siempre se ocupa de llenarte la agenda y no dejarte un minuto. Me gusta decir que en Madrid no se vive, se sobrevive. Pero Javier Cebrián alivió estos estreses y me invitó a cenar al Kulixka, sitio pequeño, ínfimo, rodeado de fotos de toreros, monarcas y aristócratas. Nunca había juntado un marisco y una merluza tan buenos: calidad y sencillez, como le gustan a Javier :)
Todo esto sin despegarme del email y del teléfono, siguiendo lanzamientos de satélites y preparando un otoño movidito que tenemos en Google. Lo dicho, con este trajín, quién me va a aguantar?
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